
Nostalgia: A 11.500km del Muro de los Gorilas

De Argentina a Murcia, de una cima a otra:
Puede llegar a sorprendernos como de repente podemos estar en un sitio maravilloso y trasladarnos a otro en un abrir y cerrar de ojos, a través de los recuerdos. Fue tal que así una tarde aleatoria que decidí subir a un cerro del que hablare más adelante en otro post (ocurrió en Argentina). Yo solito y con un día por delante empecé a caminar con una cámara de fotos, una botella de agua y frutos secos. Dos horas después llegaba a la cima para ver:
Deambule un poco por la rocosa y fracturada cima antes de realizar el regreso pues no quería dejar que el cuerpo se enfriara y di con vistas, de entre otras, como la siguiente:
De repente, a causa de verme en una cresta que cortaba dos planos el cual el segundo quedaba al fondo, en lejanía y abajo, muy abajo… esa imagen dio en mi cabeza un chasquido que me traslado a miles de kilómetros del lugar donde estaba. Concretamente aquí:
Junto a mi perro y en varias ocasiones en Murcia, hacíamos senderismo por El Muro de los Gorilas. De alguna manera y después de haber logrado desconectar de España y sumergirme en la patagonia… volví a aquella realidad de entonces, de la que voy a hablaros ahora mismo.
Varias veces al mes subíamos a pasar las tardes ya fuera en el Muro de los Gorilas, el Relojero o la Cresta del Gallo. Todos esos lugares en la misma sierra que da lugar al Puerto de la Cadena cuyo acceso (uno de ellos) se realiza desde la Alberca.
Así se ve el Muro de los Gorilas a lo lejos (desde la montaña del Relojero). Lo recorrimos varias veces de un lado a otro haciendo una circular, pasando por debajo y subiendo por un extremo para cruzarlo de nuevo por el borde superior, literalmente por el borde (ver primera fotografía con Jake).
Por toda la sierra hay varias opciones a elegir según si te gusta camino ancho o sendero, si vas a pie o en bicicleta, solo o en grupo etc… De algún modo la soledad estando en la cima de aquel cerro en Argentina, más el cansancio y dificultad que tubo el ascenso, hizo que me trasladara a todas esas ocasiones en Murcia, donde compartí con amistades todo ese orgullo de estar en la cima y que me gustaría haber compartido esa tarde en Argentina.
Esas risas y charlas mientras se camina por el monte, el «espera que tengo que orinar» o el «sácame una foto aquí» son parte de esas tardes. Sentarse sudados para comer pasta de macarrones, fresquita y con acuarius… es muy gratificante y recordarlo a 12000km (aprox) lo es más aún.
Como siempre Alina tan divertida en sus momentos «de niños en el campo», digamos que fue pionera pues con ella hicimos el recorrido por primera vez, nos perdimos y caminamos varios Km de más pero no se rindió. Juntos conseguimos el propósito sin dejarlo «para otro día». Y eso fue lo que interiormente me trajo aquí desde tan lejos. Las dificultades que tuve para subir al cerro del que les hable al inicio del post, dificultades que casi consiguen que me de media vuelta a escasa media hora de la cima.
Evidentemente también anhelé la presencia de mi fiel amigo Jake pero más no podría hacer que disfrutar del momento en la cima, disfrutar de la patagonia y recordar mis días por «la sierra murciana» ya que mi interior pedía pensar en ello un tiempo mientras recuperaba el aliento sentado a ras de las nubes que cubrían el valle.
A partir de aquí… de esta fotografía:
Tuve que dejar como 15 minutos la escritura de este post porque la nostalgia pudo conmigo, la misma supongo que la que sentí en Argentina cuando fui consciente de que me mudaría y no volvería por Murcia y sus sierras a no ser que las visitara de vacaciones.
Supongo que 6 años viviendo en un lugar dan para mucho vivir y luego recordar no?
Ambas fotografías con Luna, en la Cresta del Gallo y con el llano de Murcia al fondo, una tarde cualquiera… tan cualquiera como la que elegí subir solo al cerro, en el ultimo cuarto de mi viaje por Argentina y Chile.
El propósito de este post no era más que el contaros como pude viajar tropecientos kilometros en apenas una corazonada y por un breve instante de nostalgia, mientras disfrutaba de una aventura (porque el ascenso, aseguro que lo fue), contaros como un paisaje símil a recuerdos impregnados en mi mente y la soledad a escasos metros de un manto de nubes, hizo del momento aún más mágico e importante si cabe.
Para acabar deciros que:
Lo mejor de llegar a un lugar es la dificultad que se opone a ello, no rendirse, lograrlo, compartirlo y sin duda ser consciente de ello para recordarlo con la misma claridad que el día que se vivió la experiencia, fuera cual fuera.