
De Ica a Arequipa y 18 horas en un camión

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Ica, Oasis de la Huacachina y una palmera de 7 cabezas.
Ya era hora de comenzar la aventura por Perú y después de haber pasado unos días en la casa de Caterina y su familia, por fin comenzaría a viajar en dirección sur hacia Ica.
Viendo las dimensiones de la ciudad y desconociendo cual sería un punto de partida ideal para hacer autostop decidí que saldría de Lima en bus hacia Ica y desde allí comenzarían las “jaladitas” (En Perú hacer autostop se le dice hacer jaladita).
Contacte con una chica por couchsurfing pero llegando a Ica todavía no tenía respuesta de modo que la primera noche me quedé en un hospedaje cerquita de la Plaza de Armas, donde me cobraron 20 soles que pagué sin darle importancia.
A lo largo del viaje me di cuenta de que habían hospedajes por 10 y 15 soles en casi todas partes y que por el hospedaje de Ica no debí pagar más de 15 viendo las condiciones del mismo y los servicios que ofrecían.
Una vez allí puse el móvil a cargar y teniendo wifi pude ver que me habían respondido a la solicitud de Couchsurfing, así que esa noche salí a tomar una cerveza con Catalina en un bar muy chulo que se llama Tributo.
Me dijo que me presentaría a una amiga suya para quedarme en su casa porque no tenía espacio para mí pero después de haberlo hablado con su amiga, decidió aceptar la solicitud.
Durante los días que permanecí en Ica, uno lo pase enterito en el Oasis de la Huacachina donde aparte de una rica siesta a orillas del mismo y a la sombra de unas palmeras, hice un tour que incluía un paseo en buggy por las dunas del desierto, Sandboard y vistas del anochecer en un punto alto para culminar el día.
Pasé la primera noche en el hospedaje porque ya estaba pagado y el resto de días los pasé con Chuvi y su familia quienes me trataron de maravilla a excepción de su pidbull, que tuvo que permanecer cerrado en el patio mientras yo estaba en casa, para que no se me comiera vivo por ser un forastero.
También visite unas bodegas donde hacen vino y distintos licores que pude degustar y fui a ver una palmera de siete cabezas.
Durante esos días también callejee por el centro de Ica y fui a cenar con Chuvi al mismo bar (Tributo).
Ya tocaba partir hacia Arequipa y viendo la gran distancia que quedaba por recorrer ya tenía presente la posibilidad de quedarme en Nasca y hacer ese tramo en dos partes. Todo dependería de la suerte con las jaladitas y para aumentar mis posibilidades, a primera hora de la mañana (6am) me fui en mototaxi a las afueras de Ica.
Camping improvisado en el óvalo de Nasca.
Se podría decir que en la salida de Ica tuve bastante suerte ya que en menos de una hora una familia me llevó hasta Nasca en su 4×4. A las 11 de la mañana ya estaba en Nasca y continué con el pulgar hacia arriba una y otra vez a cada coche y camión que pasaba en dirección Arequipa.
Un par de horas después apareció un chico de Colombia con quien estuve un rato hablando, Giancarlo. Me contó que llevaban casi un año de viaje con su pareja (Lorent) quien se había quedado custodiando todas sus cosas en otro punto de Ica donde también estaban haciendo autostop.
Decidimos comer juntos y probar suerte después. Siendo ya las cinco o las seis de la tarde todavía seguíamos esperando que alguien nos jalara hasta Arequipa pero estando los tres parecía complicado.
De repente se paró un coche que resultó ser un taxista con muy buen corazón. Me dijo que llevaba todo el día pasando por ahí llevando personas y que al verme todas esas horas bajo el sol intentando salir de Nasca, decidió parar y regalarme una sandía.
Ese gesto me sorprendió muchísimo y comencé a darme cuenta de que la hospitalidad y caridad de los peruanos era mejor de lo que me estaba pareciendo tras ver que nadie nos llevaba. Anochecía así que decidimos acampar en el óvalo que hay en Nasca y una vez en el césped y a puntitio de cenar sandía, aparecieron otra pareja de mochileros.
Lina y Braian de Colombia y Argentina Respectivamente, llevaban más de un año viajando por su cuenta y el destino les unió viajando en pareja hasta el día de hoy.
Ya éramos cinco cenando y tomando el licor que compre en la bodega de Ica. Estuvimos como 4 o 5 horas hablando y contando historias de viaje mientras nos conocíamos hasta que por fin montamos nuestras carpas y nos acostamos con la esperanza de que el día de mañana fuera más propicio.
A primera hora ya estábamos recogiendo todas nuestras cosas y probando suerte cuando apareció otro mochilero de Argentina cuyo nombre no recuerdo. Las cosas no pintaban muy bien ya que para hacer autostop en una misma carretera 6 personas complicaban mucho la situación.
Desistimos un poco y mientras unos se quedaban vigilando todas las cosas, otros nos íbamos al centro de Ica para ganar algo de dinero en los semáforos (ellos) y en mi caso para conocer un poco sus calles, ver la plaza de armas y poco más.
A mediodía cuando el sol apretaba más decidimos quedarnos en la sombra de unos árboles mientras nuestras mochilas disfrazadas y con cartelitos (en los que ponía Arequipa), nos sustituían y “hacían autostop” por nosotros.
Comimos, tomamos cerveza, charlamos, pasamos mucho calor, nos desesperábamos viendo que no había modo de salir de ahí aunque a decir verdad tampoco nos estábamos esforzando mucho.
De repente un camión que llevaba como 4 horas estacionado a orillas de la carretera se puso en marcha y ahí fue cuando abordamos al conductor para ver si nos llevaba. Al igual que nosotros otros 4 peruanos también solicitaron que se les llevara a un pueblito que quedaba a mitad de camino, algo que nos asustó un poco pero… SONO LA CAMPANA DE LA SUERTE!
Tres de ellos fueron en cabina y nosotros junto a otro de los peruanos fuimos en el remolque. Éste no estaba techado por lo que durante todo ese trayecto tuvimos de todo un poco. Al principio pasamos mucho calor ya que el sol nos estaba pegando de pleno y yo personalmente permanecí tapado todo lo que pude para no quemarme las piernas, brazos y cara.
Lo mejor comenzó al atardecer cuando coincidió con un tramo del camino en el que la carretera pasa pegada a orillas del océano y pudimos ver un anochecer espectacular mientras avanzábamos en nuestro trayecto hacia Arequipa.
Cuando paramos a cenar compramos una botella de pisco para tomarla mientras escuchábamos música en un parlante y contemplábamos las estrellas. Esa noche dormimos cada uno en nuestro saco de dormir bajo un manto estrellado y a primera hora en la mañana, llegamos a Arequipa.
Cuatro días en Arequipa.
El camión que a su vez nos hizo de hotel 5 estrellas se detuvo a las afueras donde descargaría la carga que llevaba y desde ahí, nosotros tomamos un bus que nos llevó al centro de Arequipa.
De camino a la plaza de armas nos encontramos a uno de los encargados de un hospedaje el cual nos dijo que por 10 soles cada uno podríamos dormir todos en una misma habitación, oferta que aceptamos ya que mejor no podía ser tratándose de un hospedaje situado en la plaza de armas.
Esos días los pasamos callejeando en centro y en mi caso, acompañando a Giancarlo y Lorent para ver como trabajaban vendiendo caramelitos y pulseras (ella) y limpiando la luna de los coches (él), mientras el resto del grupo se encontraba distribuido por el centro haciendo malabares o tocando música para ganarse su plata.
Fuimos un par de veces al mercado principal para comer rico y barato, donde también compre hilo para hacer pulseras ya que Lorent y Gianca me enseñaron varios nudos para poder hacerlas y vender yo mis pulseritas durante mi viaje.
En Arequipa hay muchísimas cosas por ver y hacer, entre la visita de museos y tours a distintos puntos de interés turístico a las afueras de la ciudad pero, en nuestro caso no hicimos nada de eso. Ellos tenían que ganar dinero y yo debía ahorrar para visitar otros lugares mucho más caros como Machuppichu, pagar las lanchas del Amazonas y recorrer Colombia y Ecuador.
En cuanto a ganar dinero por parte de mis compañeros de viaje… la cosa no marchaba muy bien así que al cuarto día por la tarde decidimos irnos a la terminal de buses para partir hacia Puno, algo que tampoco saldría tal y como teníamos pensado.
En las terminales de Perú se paga una tasa de 1 sol y medio por hacer uso de las instalaciones. Por otra parte existe la posibilidad de subirse a los buses en puntos estratégicos fuera de las terminales, donde los conductores se paran para completar las plazas (si es que quedan libres) a un precio mucho más barato, dinero que se queda el conductor.
Habiendo agotado todos los intentos de regatear los precios del pasaje en la terminal y habiendo anochecido ya, salimos fuera para ver si alguno de los buses nos llevaba cuando salieran rumbo a Puno pero de nuevo la suerte no estaba de nuestra parte.
Desesperados tomamos una decisión que personalmente diría que fue estúpida y arriesgada. Decidimos ir a un punto de las afueras de Arequipa desde donde nos habían dicho que pasan muchos camiones y desde donde podríamos hacer autostop.
En fín… Mientras todos ellos se amontonaron a las mochilas y se taparon para no pasar frío, yo estuve literalmente toda la noche haciendo dedo. No es que estuviera loco ni nada parecido… es que si algo fue cierto es que pasaban muchísimos camiones así que yo decidí intentar que me llevaran mientras ellos dormían, reduciendo así el número del grupo y facilitando el autostop pero, no fue así. Nadie me llevó.
A las 6 de la mañana fuimos en un taxi unos quilómetros más allá donde había otra terminal (la Norte). Desde ahí no salen buses a Puno pero por esa carretera si pasan los que salen del centro. Justo donde estábamos era uno de los puntos donde completan las plazas y por 12 soles cada uno, POR FIN salimos de Arequipa.
Estando en el bus, pensaba que ojalá nos vaya mejor en Puno y sin darme cuenta me quedé dormido y no desperté en todo el trayecto.