
La Unidad Postal del Fin del Mundo

Todo empezó en el Muelle del Puerto Guarani, donde se establece la Unidad Postal del Fin del Mundo y donde me di cuenta de que estábamos en un lugar único, a miles de kilómetros de mi casa y rodeado de como lo diría… un aura austral, un ambiente patagonico salvaje… solos los tres, el maná del lugar, Lucia y yo.

De camino a la Bahía Ensenada
En algún momento del camino desde la entrada al P.N Tierra del Fuego hasta La Bahía Ensenada, la situación se torno un poco extraña en mi cabeza… por un lado la emoción de estar donde estábamos y por el otro el hecho de estar con Lucia. Nunca habíamos acampado juntos ni hecho senderismo, desconocía su ritmo en montaña y la intención era hacer el trekking de Torres del Paine juntos… teníamos que llevarnos bien si o si porque me apetecía mucho compartirlo con ella y de no haber cuajado la amistad seguro que cada uno habría seguido su viaje por su cuenta y a saber con quien habría pasado los días de los que hablaré en otros post.

Unidad Postal del Fin del Mundo (Puerto Guarani)
Nos encontrábamos en un lugar mágico, con unas vistas y una naturaleza causantes de más de un tropezón por mirar a todos lados menos a donde uno va pisando. No sabía si coger un palo para caminar, dejarme de palos y sacar fotos de todo o si ignorar la cámara también y limitarme a disfrutar del entorno.
Esa primera mañana recorrimos toda la costa de la Bahía Laplata disfrutando de las vistas hacia un mar en calma, rodeados de árboles cuyos troncos se abrigaban con una capa de musgo, siguiendo un sendero delimitado por césped, rocas, raíces, troncos caídos y flores. En cuestión de tres horas pasamos de pequeñas calas a densos bosques y viceversa, ciclo que se repitió en varias ocasiones.
A medio día llegamos al camping donde tendríamos nuestro primer contacto con los animalitos salvajes, en este caso un zorrito que durante esa noche y la mañana siguiente acecharía nuestro campamento en busca de comida.

Esas son la parejita de carpas que durante unos días compartirían aventura

El vigilante de nuestra humilde morada a primera hora de la mañana
En cuanto tuvimos las carpas montadas decidimos pasar la tarde cada uno por nuestro lado, para desconectar y estar solos por un rato, fue así como empece a caminar por la parte oeste del parque, viendo maravillas tal que así:
Camine a orillas del río Lapataia hasta llegar a la Laguna Negra pasando por zonas con un intenso verde fruto del césped , pequeñas zonas pantanosas o pasarelas hechas con tablas de madera.
Pude ver caballos salvajes y un búho al que le saqué alguna foto pero a penas se le ve… Creo que estuve como dos horas paseando y disfrutando de la soledad en un lugar tan bonito como ese, me senté en unas rocas con vistas a una de las pequeñas lagunas que el Río Lapataia formaba a su paso desde el Lago Roca hasta la Bahía Lapataia.
De camino a la Laguna Negra me encontré con un mirador de madera con un toque muy rústico y autentico, lugar donde me tumbe por un rato a descansar, ver el cielo, y pensar en todo lo que en ese momento mi mente decidiera.
A lo largo del camino hacia la laguna y durante la vuelta también, me encontré con alguna pareja que paseaba por ahí, no entablamos nunca conversación más allá del hola y adiós cuando nos cruzábamos, pero si que el cruce de miradas lo decía todo… en cuestión de mili segundos nos reconocíamos mutuamente la fascinación de todo aquello que estábamos viendo.
Tengo que asumir que no entiendo de aves pero si puedo asegurar que una gran variedad de ellas se esconden entre toda esa vegetación porque se les escuchaba cantar, distinguiéndose diferentes sonidos a cada cual mas curioso y peculiar. Lo mejor de todo es que no recuerdo ver mosquitos! y eso para mi en verano es muy extraño.
Esa noche cenamos sopa de sobre, algo que repetiríamos en varias ocasiones. Nos contamos las cosas que vimos y jugamos a sacar fotos panorámicas en el Lago Roca, intentando engañar a la cámara caminando delante de la foto para ver cuantas veces nos repetía en la imagen, pero fueron intentos fallidos, solo nos reproducía una vez quedando una cosa así:
Después de haber recogido leña por ahí, cenado y quemado toda la leña que recogimos, nos acostamos pronto, habíamos pasado el día caminando y hasta la hora de comer fue todo con las mochilas a cuestas así que el entrenamiento para Torres del Paine estaba yendo bien. Al día siguiente nos aguardaba una buena ruta en ascenso la cual nos llevaría unas horas y nos llevaría también a rozar el cielo del fin del mundo.

Ya les presenté a Lucia en el post sobre Ushuaia pero para los que se enganchan aquí, ella es con quien estuve durante 10 días de viaje.