
El Bolsón: Donde el eslogan «be hippie, be happy» cobra vida
Es un gustazo para mi poder escribir este post y la verdad es que cuando estuve ahí, supe que disfrutaría haciéndolo. Se trata de un lugar donde todo es diferente, un trocito de mundo donde todo el mundo te inspira sin que sepas por qué.
El Bolsón!
Reconozco que cuando estuve la primera vez, bastante fugaz por cierto… ya tenía mis sospechas de que ese lugar me iba a marcar de alguna manera. En esa primera ocasión apenas estuve 15h y la mayoría las pasé durmiendo.
Sin embargo pude saborear la noche y ahí fue cuando supe que a la vuelta, me iba a quedar más tiempo.
La mágica noche de El Bolsón y su música.
Cuando terminé de montar la carpa y de cenar, me fui a dar un paseo en en busca de algo que me sorprendiera y así fue. La gente bailaba el Tango en la calle, yo alucinaba porque eso parecía un ritual de apareamiento que luego, ni apareamiento ni nada!
Se compartía el baile y la música con total inocencia cual niños en su recreo, siguiendo un patrón que parecía ser la norma a seguir, con alguna excepción.
Ellos las invitaban a bailar, ellas aceptaban y durante una o dos canciones, compartían sus habilidades en la pista circular hasta que cada uno volvía a su banquito. Me pregunte si durante, se preguntarían el nombre o simplemente quedaría todo entre dos desconocidos.
Pero la música no termina ahí… continuaba en directo para todos aquellos que disfrutaban a su vez de la cena en familia o con sus amigos.
Se trata de un asadero cuya terraza disponía de numerosas mesas para tomar las preferencias de cada uno, saborear las ricas comidas que seguro que servían y como no… con espacio suficiente para disfrutar una vez más de la música en vivo!
A escasos metros de las mesas y del escenario, por lo que vi, dos personas más experimentadas estaban enseñando algunas posturas de yoga acrobático. Todo aquel que quisiera aprender o simplemente pasar un rato divertido y diferente, podía hacerlo.
Esa fue la impresión que me dio… vete a saber si no eran un grupo de amigos que aprovechaban el espacio y el momento, a su bola sin más.
Al día siguiente partí, haciendo dedo con expectativas de llegar muy lejos y quedándome en El Hoyo… total, ahí al lado.
Mi segunda vez en El Bolsón
En esta ocasión no estaba solo, vine con Borja desde el Parque Nacional Los Alerces. Nuestra intención fue disfrutar del lugar unos días y así fue.
Era domingo y la feria artesanal estaba en todo su apogeo. Todos los Martes, Jueves, Sábados, Domingos y festivos, El Bolsón abre sus puertas al arte, la artesanía, las manualidades, los puestecitos de refrescos y comida a todo el mundo.
La plaza Pagano y la Feria Artesanal
La verdad es que hoy en día se ha visto ya todo lo que en este tipo de eventos se muestra pero por primera vez en mucho tiempo vi algo que no había visto. Esa pareja de artesanos hacían portadas para cuadernos con sus manitas.
Parecían libros de hechizos cual película de fantasía. Hicieron hasta una bolsa de cuero para llevar el «tomo de alquimia» si fuere necesario.
Relojes como esos los había a patadas en varios puestos de la feria y en muchos sitios más, los vi en tiendas de otros pueblos o ciudades, en San Carlos de Bariloche por ejemplo.
Nos sentamos un buen rato en la plaza, comimos y tomamos un par de cervezas, disfrutamos de la calma y el relax mientras hablábamos y fumábamos tabaco. Mirábamos a todo el mundo y a todas partes. Yo me quería quedar ahí a vivir.
Los niños jugaban con palos, arena… los no tan niños con cariocas de colores, otros hacían malabares o disfrutaban del relax tumbados en el césped. Decidimos volver el martes y así fue que a primera hora volvimos a El Bolsón.
No sabíamos que el horario establecido es de 10 a 17 horas, llegamos tan pronto que a duras penas había gente pero sabíamos que no tardarían en llegar.
Poco a poco la gente llegaba y ocupaba su espacio para pasar una vez más su jornada de «no estrés ni prisas ni problemas». Doy por sentado que de todo eso si habría pero en El Bolsón quedaba todo bien disimulado.
Después de realizar algunas compras decidimos refrescarnos, de camino a por unas cervezas vimos un puestecito donde ofrecían zumo de fruta natural, todo exprimido y/o triturado al momento.
Fue lo mejor que hicimos! Fruta fresca pal cuerpo!
Luego de hacer una compra de carne y vino para la cena de esa misma noche. Pasamos por última vez por la Plaza Pagano antes de regresar al camping.
Una de las maravillas de la plaza Pagano es la escultura de Follil Mapu Mew, tallada por Emanuel Martínez y cuyo nombre significa «Raíz de esta tierra», en honor a las costumbres de los pueblos originarios, quienes respetaban e invocaban a la naturaleza.
A causa de un árbol enfermo que debía tallarse, en 2006 se realizó un concurso dando lugar a esta magnífica pieza de 5 metros.
Una vez más, El Bolsón nos sorprendía
Vimos como daba comienzo una representación de marionetas, con una música imposible de ignorar de modo que nos sentamos junto al resto de espectadores, la mayoría niños. El mensaje de la abuela al final del vídeo fue lo mejor!
Después de disfrutar de la representación lo mejor que pude, pues quise grabarla también, nos fuimos al camping y ahí pasamos un rato conectados al Wiffy, hablando con nuestros seres queridos y poco después comenzamos a hacer la cena.
Anochece, nos disponemos a cocinar y desde entonces hasta el momento de despedirnos fueron unas horas que no se olvidarán nunca. Por lo bien que comimos y lo a gusto que estábamos quemando toda la leña acumulada, pero sobre todo por todo lo que hablamos.
No sé realmente como comenzó todo pero cuando nos quedamos a oscuras, con la luz de las linternas y media botella de vino, las conversaciones pasaron de «temas viajeros» o «relatos de nuestro ayer» a «cosas fantásticas».
Hablamos de las estrellas, de qué súper poder molaría más tener, que si la invisibilidad o el control del tiempo… cosas del rollo pero desarrolladas a nivel «estamos bebiendo vino bueno». Desglosamos todos los pros y contras de cada una de las alternativas, con el fin de saber cuál sería el mejor súper poder para mejorar el mundo.
La verdad es que fue una de las mejores conversaciones que mantuve a lo largo del viaje. Realmente lo que le dio ese toque de «be hippie, be happie» fue que los dos sabíamos que sería la última vez que compartiríamos algo durante ese viaje.
A la mañana siguiente y como suele pasar, cada uno seguiría su camino.
A sabiendas de que yo madrugaría y él se quedaría un día más disfrutando de las montañas, acabamos la noche con un fuerte abrazo y deseándonos suerte antes de irnos cada uno a su carpa.
Hola Daniel! No conocía tu blog pero me he llevado una muy grata sorpresa al leer varios de tus post! Espero que esa meta de viajar en van por el mundo pronto se materialice. Un saludo muy fuerte desde las rocosas canadienses
Hola!!! Me alegra que te sorprendiera el blog! Si, algún día conseguiré una furgo y sino… autostop que me encanta!! Acabo de ver tu blog y esta chulisimo!!! en cuanto termine un trabajo me paso y leo un poquito a ver jiji
Un abrazo!!