
El Calafate: Salvado por los yogures

De repente empecé a sentir un poco de nauseas. Yo? pensaba… «si nunca me mareé siquiera navegando!» El chófer conducía el bus perfectamente, no entendía que estaba pasando. Por fin llegamos a El Calafate y mi estado empeoraba. Me sentía débil.
Después de asegurarme un billete de ida a Esquel y la excursión al Glaciar Perito Moreno para el día siguiente. Me fui al camping El Ovejero (recomiendo 100%) e incapaz de montar mi carpa… opte por pasar la noche en el hostel.
Habiendo dejado mis pertenencias me fui a comprar lo que sería la poca comida que necesitaba para esa noche y el día de mañana pero… en vista de mi mal estar, decidí comprar solamente yogures para beber, pan de molde y jamón de york.

Un pequeño callejón llenito de tienditas con muchas artesanías y recuerdos para todos los consumidores.
Una hora después en el hostel, tumbado y con dolor de tripa… vomité por primera vez. A partir de entonces vomitaría una media de 1 vez por hora. Esa noche ni cené ni dormí prácticamente nada. Lo pasé realmente mal pensando que si seguía así me podría deshidratar y debería ingresar en urgencias. Eso daba lugar a los topicazos: «y yo que hago aquí tan lejos de mi casa», «a que habré venido yo», «quiero a mis papas»…
A las 5 de la madrugada me desperté con ganas de devolver pero ya no pude. Lo siguiente que pensé fue:
«Ahora voy a beberme los 4 yogures.»
Y así fue. Luego me tumbe en el sofá del salón que compartían las 2 habitaciones y unos 10 compañeros de litera. Un Salón de madera que horas antes había estado repleto de vida, conversaciones en Inglés y en Francés, jóvenes que como yo estaban ahí disfrutando y compartiendo sus aventuras.
Estas fotografías fueron tomadas a la vuelta de la excursión, tuve un margen de hora y media para pasear por El Calafate.
Yo no estuve con ellos pues mi aventura se estaba viendo truncada y solo me apetecía estar acostado, rezando para que no estuviera ocupado el aseo si me venían ganas de devolver. Pero eso fue antes de los yogures. Luego pude reposar en el sofá y sentí que mi estómago se ponía en su sitio.
A las 7 debía estar en pie para ir a la terminal, y así fue! Pude dormir dos horitas sin interrupción y para la hora de la excursión me encontraba bien. Un poco débil y cansado pero nada que unos buenos sándwiches no pudieran solucionar.